Catalogado como histórico fue el total de espectadores de la Copa Mundial Femenina de Fútbol en 2019, que registró un récord de más de mil millones de espectadores alrededor del mundo. El torneo significó un auge del fútbol femenino y un espectacular fenómeno cultural en torno a este deporte.
Evidenció que el fútbol efectivamente es “deporte de multitudes” y que hay un gran interés por parte de los aficionados, independiente si es masculino o femenino. Y es que este deporte va más allá de un equipo de once jugadores o jugadoras que intercambian pases para lograr un gol en la red. Va más allá de sumar puntos en una tabla y ser campeones o campeonas de un partido, liga o torneo.
Lo lindo de este deporte son los valores y la pasión que traspasan los límites de la cancha y que son capaces de contagiar a una familia, un barrio o un país entero. Ser parte de un equipo implica que cada jugador y jugadora pone al servicio de los compañeros no sólo sus competencias y cualidades deportivas, sino que también habilidades como la inteligencia emocional, el compañerismo, la resiliencia y la empatía, entre otros. Estas habilidades socioemocionales son clave para el desarrollo de las personas, tanto a nivel individual como al momento de relacionarse con otros, y les permiten adaptarse y enfrentar de mejor manera a las diferentes situaciones que se les presentan.
Hoy celebramos el Día Internacional del Fútbol Femenino y nos parece una importante fecha para relevar la importancia de generar los espacios para que más niñas y adolescentes se desarrollen en este deporte, desafíen estereotipos, cuenten con referentes como las que pudimos ver en ese mundial de 2019 y 2023 y sobre todo, promovamos la igualdad de oportunidades.